Destino
Era una mujer hermosa, o todavía hermosa, si se piensa que había pasado ya los sesenta años. Encerrada en su despacho, sentada ante un enorme escritorio napoleónico, miraba a su alrededor, pensando en su pasado. Recordaba su infancia en Transilvania, su niñez en la Rumania Feudal, las invasiones serbias, moldavas, ucranianas, húngaras, las matanzas, las violaciones, su huída a Budapest, su noviazgo con el chico egipcio, recordaba cuando se unió a la tribu de gitanos, donde aprendió a bailar y a echar las cartas, a tirar el tarot, a leer las manos y a mentir, mentir y mentir para ganarse la vida. Recordaba cuando quedó, al irse la gitanería, en un bar de Estambul, lavando pisos y copas, y sufriendo las presiones y agresiones de parroquianos y patrones, hasta que…